El ruido de sus rápidos me acunó en la infancia.
Dueña de su mundo impone respeto en el silencio de la noche, protegiendo a los suyos.
En las noches su cielo corona con mil estrellas a los vecinos de Nawa.
De niño yo deambulaba ebrio de placer bajo su lluvia, a veces desnudo, pateando los rojos charcos que se formaban en sus alrededores con la complicidad de sus charcos.
Su río me ha regalado sensaciones placenteras durante las estaciones calurosas.
Como si nos unieran vínculos de matrimonio yo la conozco como el horno a los frutos de su intensa energía.
Los recónditos lugares de su fuerza no permanecen inaccesibles para mí, incluso aquellos prohibidos a los no iniciados.
Llevo en mí sus genes, su reflejo, su educación, una parte de su evolución y de su historia.
Ella me ha regalado tanto como jamás yo podré retornarle.
Ella ha permanecido allí, admirando con orgullo la concreción de mis sueños, acogiendo en sus brazos los vacíos de mis desilusiones.
Ella me ha dado personas unidas para siempre a mi vida.
Personas semejantes a estrellas que iluminan mi existencia a pesar de la distancia.
Sonrisas que se dibujan cada noche en el espejo de mis pensamientos más secretos.
Así unas oraciones se formulan en mi subconsciente por causa de ellos y suben al cielo.
Incluso lejos siento aun las vibraciones de su cascada.
Juntos hemos enjugado lágrimas, compartido alegrías, elaborado proyectos que se han convertido en luchas a veces irrealizables sin jamás perder la fe.
Una punzada de emoción encoge mi corazón cada vez que pienso en ella.
Confieso que tu recuerdo permanecerá en mí, lo mejor de mi historia.
Una historia que nunca volverá pero cuyo recuerdo guardaré con orgullo el resto de mi vida.
Allí de donde vengo, el ruido de su cascada me espera en momentos de complicidad.
Allí donde vengo……….