Avanza vacía y solitaria por el valle de las sombras y la muerte.
Cada paso supone un dolor atroz, un esfuerzo suplementario.
En el horizonte ni camellos, ni sombra, ningún ser viviente.
El suelo árido y desértico cruje bajo sus pasos.
El vestido blanco que ayer dibujaba sus curvas está ahora sin vida, de un color rojizo, bajo el suelo polvoriento de este valle donde habita Lucifer
Sus labios ayer carnosos están ahora resecos, suplicando una gota de agua.
Avanza vacía y solitaria por el valle de las sombras y la muerte.
En sus brazos un ser febril, la faz pálida, el corazón palpitante, literalmente medio muerto.
Sus pechos ayer firmes apenas tienen hoy vigor.
En sus brazos un ser febril, la boca dirigida a los senos de su madre, succionando con todas sus fuerzas las últimas gotas de leche que manan con pena.
En el horizonte una sombra, un hombre, un alma, una esperanza.
Su corazón vibra de alegría no por ella sino por el ser entre sus manos.
A ella le hubiera gustado bendecir a la sombra, pero las fuerzas le fallaban.
De rodillas, con una última sonrisa, ella admiraba el fruto de sus entrañas.
De rodillas, con una última sonrisa, las lágrimas perlaban sus mejillas.
De rodillas, con sus últimas energías, ella le murmuró.
¡Vete, vive y realízate!